Editorial: Había una vez un país en Europa en el siglo XXI que sus dirigentes nacionales se inventaron la cogobernanza, para no gobernar, porque en los Reinos de Taifas de Catalunya y Euskadi principalmente estaban los votos que daban mayoría al entonces Ejecutivo de España. Los califatos iban a su aire y nadie podía decir nada. Los grandes medios de comunicación y los plumillas desvirtuaron tanto la realidad que hasta la Justicia y el Rey, impotentes, callaban. El coordinador del todo y de la nada, era tan mentiroso y embustero compulsivo, que comenzaron a darse órdenes en todas las direcciones y contradictoras y llegó la Torre de Babel, la anarquía, el caos social, el enfrentamiento civil.

Tal era el desasosiego de sus ciudadanos, que resultaba que quienes iban en contra del interés general y del Estado establecido, y querían que aquel país desapareciese, crearon la denominada nueva normalidad. Hubo una pandemia (infectados, contagiados a millones, muertos a miles) y mientras en Madrid se fulminó la cogobernanza, en otros Reinos de Taifas tan enfermos como los madrileños (Catalunya, Euskadi, Navarra, La Rioja), se hizo la vista gorda, porque en esos califatos había otras leyes supremas, que se escribieron en el agua y solo unos pocos se recordaban.

Aquel estado inventado por unos pocos, quienes demostraron que no querían a su pueblo, terminó con la intervención de Europa, que era el Gobierno firme de aquel continente. La cogobernanza, sin Gobierno, provocó que no hubiese dinero durante muchos meses y que los 47 millones de residentes en aquel trozo del mundo estableciesen el trueque, intercambio, corralito. Formulas de la época de los recolectores y cazadores donde la supervivencia era la preferencia única. Había un califa en aquel entonces que era Rey en una taifa, el cual estaba dirigido por un amigo de no residía en aquellos parajes, órdenes a distancia sin pasar por ningún protocolo de transparencia ni reglado. Como cuando se hacía a gritos de una isla a otra.

El absurdo llegó a tal extremo que se abrieron las cárceles de políticos infractores y todos se fueron a sus casas. No solo hubo perdón, si no que aquellos presos ocuparon los diferentes Reinos de Taifas, uno de los motivos del porqué intervino Europa. Saltaron por los aires 145 años de historia del partido gobernante de apellido socialista y sus fundadores se levantaron de las tumbas, aprovechando la Memoria Histórica, y denominada Democrática.

Hablamos de muchas vidas humanas perdidas, de un país en ruina, el hambre recorriendo calles y plazas. Si no fuese por eso era muy divertido, el mundo al revés. Llegó un momento que nadie sabía lo que había que hacer. Un militante de la CNT gritó, “ahora si, el mejor Gobierno es el que no existe”. Y llegaron las comunas.

Parece una alucinación, no es así, cualquier persona puede hacer lo que le plazca en este país de ahora. Se han roto las reglas más básicas que nos dimos hace 40 años. Si al Rey se le puede decir no salgas de casa porque le molesta a un tal Rufían y a un preso llamado Junqueras. Y si en Navarra y Euskadi promulgan conducir por la izquierda en vez de por donde van el resto del territorio, hay que cambiar el paso. Como aquel cuento del Rey que se volvió loco y para no contradecirlo todos se tomaron a pitorreo aquel lugar. Y nació un espacio llamado la selva humana. Como explicar lo que pasa, no es posible. Los actuales estadistas funcionan con bolas de cristal fumando de todo, en vez de con consejos de científicos y economistas.

Esta madrugada ha hecho una pequeña llovizna en Mallorca y los vientos me han recordado que la madre naturaleza está ahí. Los animales de cuatro patas y los animaluchos de dos, verán que sale el sol con fuerza y alumbra más que nunca, porque después de la tormenta viene la calma. Después de unos políticos vienen otros, algunos cuando los echa el pueblo ya nadie se acordará de ellos. Algún tribunal dirá cosas. 

Me avisa un amigo, te cerrarán el diario digital, por muy pequeño que sea. Son retorcidos dictadores y no creen en la pluralidad. Que les zurzan, cuando te pierden el respeto, te obligan a vivir en la indigencia y sin ilusiones, y se cargan la honestidad y el amor. No hay miedo que valga, no te pueden quitar nada más, porque así la gente no quiere vivir, por eso se echan a las calles sin temer sus consecuencias, y buscan que se vayan ellos, son unos pocos egoistas y además cobardes e indocumentados. Rafael Gabaldón San Miguel.