Editorial: Se hace muy raro que pase por encima de nosotros el tiempo y las fechas del invierno y del Coronavirus, son muchos meses que no nos vemos. Aquellas costumbres de antaño han desaparecido de un plumazo, por sencillas que fuesen.

Incluso ir a la panadería es un trámite sin encuentros, no median palabras. El Virus nos ha robado nuestra relación. Quien lo iba a decir que después de aquel fatídico 14 de marzo de 2020 meses después fuese todo tan frío, inhumano, lejano, esquivo, carente de alma. Somos un ejército de uniformados vestidos de paisano.

Encuentros cálidos entorno a la chimenea, tarde de pétalos. Desenfreno en los mensajes, aquellos repasos de nuestra existencia hasta llegar a las profundidades del alma. Quien repondrá todo esto, como recuperaremos nuestras idiosincrasia. Que dolor.

Hace muchos meses que he perdido de vista a cientos de vecinos y residentes que formaban parte del paisaje de la ciudad, que aportaban pinceladas al entorno, y aquellas personas carismáticas, que serán de ellas. Seguirán despiertos para el verano de 2021 que es cuando se anuncia el entierro del bicho o se habrán metido debajo de la mesa camilla escondiendo sus habilidades.

Y los jóvenes, esas fechas robadas de 15 años a 18. Donde han metido su energía, las vivencias que venían al galope. Los primeros besos. Las caricias robadas. Su inmediatet. Esos momentos sin reposo ni pausa. Son impulsivos. Libres.

La hojarasca pone formas de color tenebroso. Enciendo la chimenea y me froto las manos, todo lo perdido lo vamos a recuperar, estas Navidades, las Fallas, los San Mateo, los San Fermines, la Feria de Abril, las excursiones a las Cuevas de Porto Cristo, las procesiones marineras, lo hoteles en su esplendor, los cruceros.

Por supuesto que llegarán los besos con todo tipo de modalidades, los abrazos, y veremos las caras recién lavadas y su tersa silueta. Morirá el virus sobre agosto y septiembre, eso dicen los expertos. Aquí estamos esperando delante la puerta su féretro.

No ha sido un enemigo por casualidad, es una plaga de la ciencia y avaricia de quienes solo miran la cuenta de resultados y han convertido a sus semejantes en cebos para tiburones y leones. El fuego purificador te permite pensar que puedes seguir echando aerosoles hasta que no quede ninguno, respirar como en primavera sin más problema. Y así será.

Miro por el visillo de mi ventana, hay restos de lluvia nocturna y la humedad te hace un poco más pequeño. Dice el hombre del tiempo que mañana hará sol en Baleares y que si llueve debemos aplaudir porque la necesitamos para la primavera.

Observo un teléfono viejo de los primeros que hizo telefónica y me remonto a los tiempos cercanos donde todos nos conocíamos en Manacor. Una simple referencia, el mal nombre, sus antepasados, donde trabajaba, la ubicación de su calle, y si tenía a no bicicleta. Ha pasado aquello y lo hará el COVID-19, está más claro que el agua.

Cuando llegue la vacuna dentro de unos días primero la gente mayor (no son viejos), luego los servicios esenciales, sanitarios, policías, emergencias, profesiones necesarias. E inmediatamente después diputados, congresistas, senadores, concejales, alcaldes, la clase política en su totalidad.

China sabe del antídoto, también conoce de vacunas. Comenzaron antes de la pandemia siendo dueños del 17,5% del Producto General Bruto Mundial y ahora en la recta final ostentan en 24,9%, son la primera potencia mundial muy por encima de EEUU y Rusia, se han quedado enanos ante en nuevo gigante.

A quién le beneficia la pandemia. blanco y en botella. Su sistema de vida y productividad huele a esclavitud. Saldremos de esta seguro y lo primero que haré es disfrutar de mi libertad, la que me permita mi economía, vida, amistades, espacios. No quiero trabajar 4 días por Ley, deseo jornadas de dos a de cinco según mis circunstancias. Los Chinos lo compran todo.

Que sepan que si dejamos de consumir y trabajar un par de meses. Y lo haremos como manda la tradición, entonces se resentirán los cimientos del más poderoso. Hay cosas que nunca podrán hacer las máquinas. Quiero desconectarme antes de vivir a golpe de mensajes.