Editorial: Mientras leo los últimos datos de la pandemia del COVID-19 y compruebo que bajan considerablemente los contagios, los ingresos en hospitales y en la UCI, veo con asombro que cada día hay más de un centenar de fallecidos. Difícil de comprender, como todo lo que rodea a esta enfermedad. Han querido quitar del mercado la vacuna AstraZeneca porque costaba 2 euros y se quedan con peores que valen 14 euros. Ver para creer. Se ha querido castigar a los ingleses con nuestro dinero y beneficiar a los americanos sin corazón. Esos que son amigos de los dirigentes Chinos y solo piensan en las cuentas de resultados de sus empresas y en salir en las mayores fortunas personales de la revista Forbes.

Mientras pienso esto y lo otro, lo de más lejos y lo cercano, todavía mi corazón late casi a tope, porque hace unas horas he recibido una llamada de una buena amiga y me pide que la despida con un texto optimista, alegre, colorido. Solo tiene 64 años y sabe que su final está cerca. Que valiente. Mira el futuro de su familia sabiendo que ya no estará. Lo ha preparado todo, hasta el último detalle. No quiere lágrimas, ni caras tristes. Me manda su música favorita, la que le ha acompañado siempre y me pide que me inspire en esos y esas autores para plasmar su obituario. Que desgarrador, que tristeza. Intento estar a la altura y le digo que por supuesto, entendido el mensaje.

Me retumban reflexiones que me ha ido contando, y me quedo que la muerte es parte de la vida. Nunca pensé que sus canciones de cabecera fuesen las de Rocío Jurado y entre otras, “Como yo te amo”, o las letras y música de Lola Flores y Lolita en su “Apuesta por el amor”. O la de Sergio Dalma, “Bailar Pegados”. Tengo que impregnarme de ellos y ellas para trasladar a su familia un pequeño texto de recuerdo que sepa a ella. Bonito sentir de su mano a Andrea Bocelli y Marta Sánchez en el “Vivo por ella”. O la versión mejorada de Antonio Flores, “Siete vidas”. Que difícil me lo pones amiga del alma, tan temprano, como diría el poeta.

Me hablas de tu compañero de viaje, tus hijas, tus padres, hermanos, amigos, compañeras. Veo mucha prisa, has descubierto que el tiempo humano se termina, eso me dices. Me instas a que me empape de Luz Casal y su Piensa en mi, o de Ana Belén con el Hombre del piano. Me mandas canciones de Los Pecos y de Manzanita con su Ramito de violetas. O Rosalia, “Me quedo contigo”. Hoy te llamaré para que me digas si te gusta lo que estoy preparando y te preguntaré porqué escuchabas muchas cosas de Perales y en especial su Velero llamado libertad. Diversidad, no lo se, hace muchos años que no recordaba a los Chunguitos, tu me has mandado su canción de “Me quedo contigo”. Que orgullosos deben estar tus familiares y personas más cercanas, en tu herencia no hay espinas, ni lágrimas, ni rencores.

Estoy pensativo hace muchas horas, por todo. Nunca pensé que esa fuese tu música, tus canciones preferidas. Conozco a tu marido y tampoco lo presentía. Ni por aproximación. Me mandaste también de Rocio Jurado “Que no daría yo” y la de Nino Bravo “Un beso y una flor”. Entiendo lo de Jeanette, “Porqué te vas”, pero me quedo de piedra con Navajita Platea (Noches de Bohemia). Estoy lleno de lágrimas calientes, esas que no duelen, las que rompen el corazón un poco menos. Estoy triste por tu marcha, por muchos ánimos que quieras darnos.

He disfrutado con Entre dos aguas de Paco de Lucía. Ningún rastro de otras músicas que yo las identificaba contigo. Cumpliré si se con tus deseos. Después de todo tus allegados tienen la suerte de haber compartido la vida y la existencia contigo. Te quieres ir con terciopelo y celestial, con fiesta y con vida. Que paradoja. Una lección más de nuestras semejantes. Si no estoy a la altura no dudes en reñirme desde lo más alto. Rafael Gabaldón San Miguel.